La Bambina Impertinente

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miércoles, 20 de agosto de 2008

Turismo de Sol y Playa

No hay paraíso sin playa, ni playa sin turistas ... al menos eso nos vendió Franco por los años 70 cuando decidió que su gobierno unipersonal de corte fascista (los historiadores aún anda buscándole un calificativo a tanto despotismo "desilustrado"), dejaría de serlo en cuanto los españolitos empezaran a ver suecas en bikinis, pero mis asociaciones de ideas viajan por otros derroteros. Playa, infancia, primas, juegos, días infinitos y bocata de nocilla.
Jamás fuimos con mis padres de vacaciones y aún hoy me cuesta entender porqué la gente siente la imperiosa necesidad de atravesar media Península, gastar la hipoteca de dos meses en 15 días de alquiler , comer en el chiringuito de turno la paella salpicada de arena, limpiar, cocinar, bregar con los críos ... vamos, la misma rutina acentuada por el calor y el desarraigo, en busca de una paz y sosiego que rara vez llegan ...pero claro, habiendo nacido en una isla sui generis y teniendo kilómetros de playa dónde elegir, pierdo perspectiva .... Recuerdo a mi madre levantarse los domingos a las 7 de la mañana para hacer la tortilla, los pimientos fritos, el filete ruso, preparar la nevera de playa, meter en el coche las sillas, sombrillas, la sandía, el cubo y el rastrillo, la bañera de plástico, despertarnos, darnos el desayuno, amontonarnos en el coche junto con todos los demás bártulos y, hala, a correr por la playa, coger caracolas, hacer castillos de arena, capturar cangrejos de roca y por supuesto, buscar la sandía enterrada (no siempe la encontrábamos) .... a la noche, un baño, cremita "astesun", un colacao y hasta el día siguiente. Este bucle temporal se repetía de viernes a domingo, de Julio a Septiembre y a mí siempre me pareció algo así como el natural fluir del tiempo.





Ahora lo veo con otros ojos, me parece laborioso y estresante, evito los fines de semana playeros y cualquier concepto de descanso que necesite tanta preparación previa. Y aún así ,cuando me tumbo en la playa, miro alrededor y todo parece relax, me cuesta creer que cualquiera de los presentes tenga otra ocupación que dejarse abrazar por el sol y el rumor del mar... En ese microsegundo entiendo tanto esfuerzo y sacrificio y me siento inmensamente afortunada por vivir rodeada de mar, por gozar de este sol y esta luz tantos días del año, por viajar solo por placer, por no necesitar huir de mi ciudad en verano, porque la paz y la tranquilidad habita a 500 mts de mi portal.

2 comentarios:

bombis y borombis dijo...

Por desgracia, a mí no me gusta el mar. A Bombis más aunque es más de campo. Yo soy urbanita y también me cuesta entender esa migración pueril que describes perfectamente en tu post.
Imagino que vivir al lado de la playa es mucho más cómodo que peregrinar solo en un periodo vacacional. Además, podrás disfrutar del mar cuando no hay nadie, que seguro se agradece.
Nos gustan tus narraciones. Es un placer leerte.

Anónimo dijo...

Ciao Sonia,
aqui me tienes visitandote. Sigo sin comprender porque escribes también en italiano cuando si creo que eres y vives en tierra hispanica.Y ademàs te gustan los gatos como a mi.
Veo que eres muy joven pero tu descripciòn de los dias de playa con tu familia y los preparativos de tu madre son practicamente identicos a los de mi infancia en Andalucia, que queda muy lejos de la tuya, y también a los de mis sobrinos sevillanos: nuestro Pais ha crecido en muchas cosas pero se ha quedado, en el bien y en el mal igual en muchas otras.
Pero esos dias veraniegos familiares de playa son iguales también para los italianos: somos mediterraneos, al fin y al cabo...
Yo en cambio vivo en un pueblo de mar cerca de Roma y no tengo esos problemas: vuelvo la esquina de mi casa y en 2 minutos de bici ya estoy en el agua! Qué felicidad!